Cuentos by Vladimir Nabokov

Cuentos by Vladimir Nabokov

autor:Vladimir Nabokov [Nabokov, Vladimir]
La lengua: spa
Format: epub
publicado: 0101-01-01T00:00:00+00:00


Primavera en Fialta

La primavera en Fialta es brumosa y apagada. Todo está húmedo: los troncos descoloridos de los plátanos, los enebros, las vallas, la arena. A lo lejos, en un panorama acuoso sobre los bordes irregulares de las casas, ligeramente azuladas, que se han levantado temblorosas para subir la cuesta (un ciprés les indica el camino), el borroso monte San Jorge parece más alejado que nunca de su homólogo en la postal que, desde 1910, dicen (aquellos sombreros de paja, aquellos juveniles cocheros de punto), había sacado a los turistas del triste deambular de sus piernas, entre pedazos de roca de cantos amatista y sueños de chimeneas adornadas con conchas de mar. Él aire es plácido y tibio, con un ligero olor a quemado. El mar, con su sal sumergida en una solución de lluvia, es más gris que glauco y con las olas demasiado perezosas para romperse en espuma.

Fue en un día así, a principios de los años treinta, que me encontré, espíritu abierto, en una de las empinadas callejuelas de Fialta, captándolo todo a la vez: el rococó marino en el quiosco, los crucifijos de coral en un aparador, el cartel deslucido de un circo visitante, con una esquina de papel mojado despegada de la pared, y un pedazo amarillento de corteza de naranja, aún verde, sobre la vieja acera azul pizarra que conservaba, aquí y allá, el recuerdo desvaído de las líneas de un mosaico antiguo. Me gusta Fialta, me gusta porque siento en el fondo de sus sílabas violáceas la escondida dulzura húmeda de las florecillas marchitas y porque el nombre parecido de un bello pueblo de Crimea se hace eco de su sonido; y también porque hay algo en la somnolencia de su húmeda Cuaresma que hace el alma más devota. Estaba contento de estar allí otra vez, de poder caminar montaña arriba en dirección inversa a los riachuelos producidos por la lluvia, sin sombrero, la cabeza húmeda, mi piel ya cubierta de tibieza a pesar de llevar únicamente un ligero impermeable sobre la camisa.

Había llegado en el expreso de Capparabella, el cual, con aquel indiferente placer de los trenes en los países montañosos, había producido aquella noche su mejor estrépito a través de todos los túneles imaginables. Un par de días, tanto tiempo como un respiro en medio de un viaje de negocios me lo permitía, es lo que esperaba permanecer allí. Había dejado a mi esposa y a mis hijas en casa, y aquélla era una isla de felicidad siempre presente en el despejado camino de mi vida, siempre flotando junto a mí y aun a través de mí, me atrevería a decir; pero, de todas maneras, conservándose casi siempre en mi exterior.

Una jadeante criatura del sexo masculino, con su pequeña y dura barriga cubierta de barro, bajó a sacudidas del rellano de una puerta y avanzó torpemente, patituerto, tratando de llevar tres naranjas a la vez, pero dejando caer continuamente la variable tercera, hasta que cayó también él. Entonces apareció una muchachita



descargar



Descargo de responsabilidad:
Este sitio no almacena ningún archivo en su servidor. Solo indexamos y enlazamos.                                                  Contenido proporcionado por otros sitios. Póngase en contacto con los proveedores de contenido para eliminar el contenido de derechos de autor, si corresponde, y envíenos un correo electrónico. Inmediatamente eliminaremos los enlaces o contenidos relevantes.